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Las ventajas de ser invisible (The Perks of Being a Wallflower)

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About The Book

EL BESTSELLER #1 DEL NEW YORK TIMES

Vivir al margen ofrece una perspectiva única. Pero siempre llega el momento de entrar en escena y ver el mundo desde dentro.



Vivir al margen ofrece... una perspectiva única. Pero siempre llega el momento de entrar en escena y ver el mundo desde dentro.

Las cartas que escribe Charlie son íntimas y únicas, desternillantes y devastadoras. Puede que no sepamos dónde vive, ni a quién escribe pero, poco a poco, iremos conociendo su mundo a través de ellas: la vida en el instituto, las primeras citas, las cintas de varios, los dramas familiares y los nuevos amigos. Un mundo en el que solo es necesario dar con la canción perfecta mientras conduces para sentirte infinito.

Excerpt

25 de agosto de 1991

Querido amigo:

Te escribo porque ella dijo que escuchas y comprendes y que no intentaste acostarte con aquella persona en esa fiesta aunque hubieras podido hacerlo. Por favor, no intentes descubrir quién es ella porque entonces podrías descubrir quién soy yo, y la verdad es que no quiero que lo hagas. Me referiré a la gente cambiándole el nombre o por nombres comunes porque no quiero que me encuentres. Por la misma razón no he adjuntado una dirección para que me respondas. No pretendo nada malo con esto. En serio.

Solo necesito saber que alguien ahí afuera escucha y comprende y no intenta acostarse con la gente aun pudiendo hacerlo. Necesito saber que existe alguien así.

Creo que tú lo comprenderías mejor que nadie porque creo que eres más consciente que los demás y aprecias lo que la vida significa. Al menos, eso espero, porque hay gente que acude a ti en busca de ánimos y amistad. Por lo menos, eso he oído.

Bueno, esta es mi vida. Y quiero que sepas que estoy al mismo tiempo contento y triste y que todavía intento descubrir cómo eso es posible.

Intento pensar que mi familia es una de las causas de que yo esté así, sobre todo después de que mi amigo Michael dejara de ir al colegio un día la primavera pasada y oyéramos la voz del señor Vaughn por el altavoz:

—Chicos y chicas, lamento informaros de que uno de nuestros estudiantes ha fallecido. Haremos una ceremonia por Michael Dobson en la asamblea escolar de este viernes.

No sé cómo se extienden las noticias por el colegio ni por qué a menudo no se equivocan. Quizá fuera en el comedor. Es difícil de recordar. Pero Dave, el de las gafas raras, nos dijo que Michael se había suicidado. Su madre estaba jugando al bridge con una de las vecinas de Michael y oyeron el disparo.

No me acuerdo demasiado de lo que pasó después de aquello, salvo que mi hermano mayor vino al colegio, al despacho del señor Vaughn, y me dijo que parara de llorar. Luego, me rodeó los hombros con el brazo y me dijo que terminara de desahogarme antes de que papá volviera a casa. Después fuimos a comer patatas fritas a McDonalds y me enseñó a jugar al pinball. Incluso bromeó con que gracias a mí se había librado de las clases de la tarde y me preguntó si quería ayudarlo a arreglar su Chevrolet Camaro. Supongo que yo debía de estar hecho un desastre, porque hasta entonces nunca me había dejado arreglar su Camaro.

En las sesiones de orientación, nos pidieron a los que apreciábamos de verdad a Michael que dijéramos algunas palabras. Creo que temían que algunos intentáramos matarnos o algo así, porque los orientadores parecían muy tensos y uno de ellos no paraba de tocarse la barba.

Bridget, que está loca, dijo que a veces pensaba en el suicidio cuando ponían anuncios en la tele. Lo decía sinceramente, y esto desconcertó a los orientadores. Carl, que es muy amable con todo el mundo, dijo que estaba muy triste, pero que nunca podría suicidarse porque es pecado.

Uno de los orientadores fue pasando por todo el grupo hasta que al final llegó a mí:

—¿Tú qué piensas, Charlie?

Lo extraño de esto era que yo no había visto nunca a este hombre porque era un «especialista», y él sabía mi nombre aunque yo no llevara ninguna tarjeta identificativa, como se hace en las jornadas de puertas abiertas.

—Pues . . . a mí Michael me parecía un chico muy simpático, y no entiendo por qué lo hizo. Por muy triste que me sienta, creo que no saberlo es lo que de verdad me preocupa.

Acabo de releer esto y no parece mi forma de hablar. Y mucho menos en ese despacho, porque todavía seguía llorando. Todavía no había parado de llorar.

El orientador dijo que sospechaba que Michael tenía «problemas en casa» y que creyó que no tenía a nadie con quien hablar. Tal vez por eso se sintió tan solo y se suicidó.

Entonces empecé a gritarle al orientador que Michael podía haber hablado conmigo. Y me puse a llorar con más fuerza todavía. Intentó calmarme diciendo que se refería a algún adulto, como un profesor o un orientador. Pero no funcionó, y al final mi hermano vino a recogerme al colegio con su Camaro.

Durante el resto del curso, los profesores me trataron de forma especial y me pusieron mejores notas, aunque yo no me había vuelto más listo. Si te digo la verdad, creo que los ponía nerviosos.

El funeral de Michael fue raro porque su padre no lloró. Y tres meses después abandonó a la madre de Michael. Al menos, eso nos contó Dave a la hora de comer. A veces pienso en ello. Me pregunto qué pasaba en la casa de Michael cuando se acercaba la hora de la cena y los programas de televisión. Michael no dejó una nota, o al menos sus padres no se la dejaron ver a nadie. Quizá fueran los «problemas en casa». Ojalá lo supiera. Podría hacer que lo echara mejor de menos. Podría darle un triste sentido a lo que hizo.

Lo que sí tengo claro es que esto hace que me pregunte si yo tengo «problemas en casa», pero me parece que un montón de gente lo tiene mucho peor que yo. Como cuando el primer novio de mi hermana empezó a verse con otra chica y mi hermana estuvo llorando durante todo el fin de semana.

Mi padre dijo:

—Hay gente que lo tiene mucho peor.

Y mi madre se quedó callada. Y eso fue todo. Un mes después, mi hermana conoció a otro chico y empezó a poner música alegre otra vez. Y mi padre siguió trabajando. Y mi madre siguió barriendo. Y mi hermano siguió arreglando su Camaro. Bueno, hasta que se fue a la universidad a principios del verano. Juega al fútbol americano en el equipo de Penn State, pero necesitaba subir las notas este verano para poder jugar al fútbol.

No creo que en nuestra familia haya ningún hijo favorito. Somos tres, y yo soy el más pequeño. Mi hermano es el mayor. Es buenísimo jugando al fútbol y le encanta su coche. Mi hermana es muy guapa, es cruel con los chicos, y es la hija mediana. Yo ahora saco sobresaliente en todo como mi hermana y por eso me dejan en paz.

Mi madre llora un montón con los programas de la tele. Mi padre trabaja un montón y es un hombre honrado. Mi tía Helen solía decir que mi padre era demasiado orgulloso como para tener la crisis de los cuarenta. Todavía no comprendo a qué se refería, porque acaba de cumplir los cuarenta y no ha cambiado nada.

Mi tía Helen era mi persona favorita del mundo entero. Era la hermana de mi madre. Sacaba sobresaliente en todo cuando era adolescente, y solía darme libros para leer. Mi padre decía que esos libros eran un poco antiguos para mí, pero me gustaban, así que acababa encogiéndose de hombros y me dejaba leer.

Mi tía Helen estuvo viviendo con nuestra familia durante los últimos años de su vida porque algo muy malo le había ocurrido. Entonces nadie me decía qué había pasado, aunque yo siempre quise saberlo. Cuando tenía más o menos siete años, dejé de preguntar sobre el tema porque un día estuve insistiendo, como siempre hacen los niños, y mi tía Helen se echó a llorar desconsoladamente.

Entonces fue cuando mi padre me dio una bofetada y dijo:

—¡Estás hiriendo los sentimientos de tu tía Helen!

Como no quería hacerlo, paré. La tía Helen le dijo a mi padre que no me pegara delante de ella nunca más, y mi padre repuso que aquella era su casa y que haría lo que le diera la gana, y mi madre se quedó callada y mis hermanos también.

No recuerdo mucho más después de eso porque empecé a llorar a lágrima viva y al cabo de un rato mi padre hizo que mi madre me llevara a mi cuarto. No fue hasta mucho tiempo más tarde que mi madre se tomó unas cuantas copas de vino blanco y me contó lo que le había pasado a su hermana. Algunas personas verdaderamente lo tienen mucho peor que yo. Y tanto que sí.

Creo que ahora debería irme a dormir. Es muy tarde. No sé por qué te he contado todo esto. Te he escrito esta carta porque mañana empiezo el instituto y estoy bastante asustado.

Con mucho cariño,

Charlie

7 de septiembre de 1991

Querido amigo:

No me gusta el instituto. La cafetería se llama «Centro de Nutrición», que ya es raro. Hay una chica en mi clase de Literatura Avanzada que se llama Susan. En el colegio era muy divertido estar con ella. Le gustaban las películas, y su hermano Frank le grababa unas cintas buenísimas de música que compartía con nosotros. Pero este verano le han quitado los braquets y está un poco más alta, más guapa, y le ha crecido el pecho. Ahora se comporta como una tonta por los pasillos, sobre todo cuando hay chicos cerca. Y me da pena, porque Susan no parece tan feliz como antes. Si te digo la verdad, no le gusta reconocer que está en la clase de Literatura Avanzada, y tampoco saludarme por los pasillos.

Cuando Susan estuvo en la reunión de orientación sobre Michael, contó que Michael una vez le dijo que era la chica más guapa del mundo, con braquets y todo. Después, le pidió que «diera una vuelta con él», lo que en cualquier colegio se consideraba como dar un gran paso. En el instituto lo llaman «salir con alguien». Y se besaron y hablaron de películas, y ahora lo echa terriblemente de menos porque era su mejor amigo.

Es curioso, además, porque los chicos y las chicas normalmente no se hacían mejores amigos en mi colegio. Pero Michael y Susan sí. Un poco como yo y mi tía Helen. Perdón. «Mi tía Helen y yo». Es algo que he aprendido esta semana. Eso y a sistematizar mejor las normas de puntuación.

Estoy callado la mayoría del tiempo, y solo un chico llamado Sean pareció fijarse en mí. Me esperó a la salida de la clase de Educación Física y me dijo cosas muy inmaduras como que iba a darme un «remojón», que es cuando alguien te mete la cabeza en el váter y tira de la cadena para hacer que tu pelo dé vueltas. Él también parecía bastante infeliz, y se lo dije. Entonces se enfadó conmigo y empezó a pegarme, y yo me limité a hacer las cosas que me había enseñado mi hermano. Mi hermano es un gran luchador.

—Ve a por las rodillas, la garganta y los ojos.

Y eso hice. Y le hice bastante daño a Sean. Y entonces se echó a llorar. Y mi hermana tuvo que salir de su clase de último curso avanzado y llevarme a casa en coche. Me hicieron ir al despacho del director Small, pero no me castigaron ni nada porque un chico le contó al director Small la verdad sobre la pelea.

—Sean empezó. Fue en defensa propia.

Así fue. Pero no logro comprender por qué Sean quería hacerme daño. Yo no le había hecho nada. Soy muy bajito. Es verdad. Pero supongo que Sean no sabía que podía pelear. La verdad es que podría haberle hecho mucho más daño. Y quizá debería habérselo hecho. Se me ocurrió que tal vez tendría que hacerlo, si Sean persiguiera al chico que le dijo al director Small la verdad, pero Sean nunca fue a por él. Así que todo quedó olvidado.

Algunos chicos me miran raro por los pasillos porque no adorno mi taquilla, y soy el que le dio la paliza a Sean y no pudo parar de llorar después de hacerlo. Supongo que soy bastante sensible.

Me he sentido muy solo últimamente porque mi hermana está ocupada haciendo de la mayor de la familia. Mi hermano está ocupado siendo jugador de fútbol en Penn State. Después del campamento de entrenamiento, su entrenador le dijo que iba a ser suplente y que, cuando empiece a asimilar el sistema, será titular.

Mi padre confía de verdad en que llegue al fútbol profesional y juegue con los Steelers. Mi madre simplemente se alegra de que vaya gratis a la universidad, porque mi hermana no juega al fútbol y no hubiera habido dinero suficiente para enviarlos a los dos. Por eso quiere que yo siga esforzándome mucho, para conseguir una beca.

Así que en eso estoy, hasta que haga algún amigo por aquí. Esperaba que el chico que dijo la verdad pudiera hacerse amigo mío, pero creo que solo lo hizo porque era lo correcto.

Con mucho cariño,

Charlie

11 de septiembre de 1991

Querido amigo:

No tengo mucho tiempo porque mi profesor de Literatura Avanzada nos ha mandado un libro para leer y me gusta leer-me los libros dos veces. Por cierto, el libro es Matar un ruiseñor. Si no lo has leído, creo que deberías hacerlo, porque es muy interesante. El profesor nos ha encargado que leamos solo unos cuantos capítulos de momento, pero no me gusta leer los libros así. Ya voy por la mitad, y eso que acabo de empezar.

De todas formas, la razón por la que te escribo es porque vi a mi hermano por televisión. Normalmente no me interesan demasiado los deportes, pero esta era una ocasión especial. Mi madre empezó a llorar, y mi padre la rodeó con el brazo, y mi hermana sonrió, cosa rara porque mis hermanos siempre se pelean cuando él está por aquí.

Pero mi hermano mayor ha salido en la televisión y, hasta ahora, ha sido lo mejor de las dos semanas que llevo en el instituto. Lo echo de menos muchísimo, lo que es extraño, porque nunca hablábamos demasiado cuando estaba aquí. Tampoco lo hacemos ahora, para serte sincero.

Te diría en qué posición juega, pero como te conté, me gustaría mantenerme en el anonimato contigo. Espero que lo comprendas.

Con mucho cariño,

Charlie

16 de septiembre de 1991

Querido amigo:

He terminado Matar un ruiseñor. Se ha convertido en mi libro favorito del mundo, pero por otro lado, siempre pienso eso hasta que leo el siguiente libro. Mi profesor de Literatura Avanzada me ha pedido que lo llame «Bill» cuando no estemos en clase, y me ha dado otro libro para leer. Dice que tengo una gran habilidad para leer e interpretar el lenguaje, y ha querido que haga una redacción sobre Matar un ruiseñor.

Se lo he mencionado a mi madre y me ha preguntado por qué Bill no había recomendado que pasara mejor a la clase de Literatura de Segundo o de Tercero. Y le conté que Bill dijo que esas eran básicamente las mismas clases aunque con libros más complicados y que aquello no me ayudaría a mejorar. Mi madre dijo que no estaba muy segura de eso, y que ya hablaría con él en la jornada de puertas abiertas. Después, me pidió que la ayudara a fregar los platos, cosa que hice.

Francamente, no me gusta fregar los platos. Me gusta comer con los dedos y sobre servilletas, pero mi hermana dice que es malo para el medio ambiente. Es miembro del club del Día de la Tierra en el instituto, y ahí es donde conoce a los chicos. Todos la tratan muy bien, y no me lo acabo de explicar, salvo quizá por lo guapa que es. Ella se porta muy mal con ellos.

Hay un chico que lo tiene particularmente difícil. No te diré su nombre. Pero te lo contaré todo sobre él. Tiene el pelo castaño muy bonito, y lo lleva largo, recogido con una coleta. Creo que se arrepentirá en el futuro cuando eche la vista atrás. Siempre está grabándole cintas de varios a mi hermana de temas muy específicos. Una se llamaba «Hojas de Otoño». Incluyó muchas canciones de The Smiths. Incluso coloreó a mano la carátula. Después de que terminara la película que había alquilado y de que él se marchara, mi hermana me dio la cinta:

—¿Quieres esto, Charlie?

Tomé la cinta, pero me sentí raro porque él la había hecho para ella. Aunque la escuché. Y me gustó muchísimo. Hay una canción llamada Asleep que me gustaría que escucharas. Le hablé a mi hermana de ella. Y una semana después me dio las gracias porque cuando este chico le preguntó por la cinta, le dijo exactamente lo que yo había dicho sobre la canción Asleep, y a este chico le emocionó mucho cuánto había significado para ella. Espero que esto quiera decir que se me dará bien ligar cuando llegue el momento.

Pero debería ceñirme al tema. Eso es lo que mi profesor Bill me dice que haga, porque escribo más o menos como hablo. Creo que por eso quiere que escriba esa redacción sobre Matar un ruiseñor.

El chico al que le gusta mi hermana siempre es respetuoso con mis padres. Por eso a mi madre le cae muy bien. Mi padre piensa que es un blando. Creo que esa es la causa de que mi hermana haga lo que hace con él.

Una noche le estuvo diciendo cosas muy crueles sobre que él nunca se había enfrentado al matón de la clase cuando tenía quince años, o algo parecido. Para serte sincero, yo estaba viendo la película que él había alquilado, así que no le estaba prestando mucha atención a su pelea. Se pelean todo el rato, por lo que supuse que al menos la película sería diferente, aunque no lo fue porque era una segunda parte.

En todo caso, después de que ella se metiera con él durante más o menos cuatro escenas de la película, que creo que fueron diez minutos o así, él se echó a llorar. A llorar a mares. Entonces volví la cabeza y mi hermana me señaló.

—Para que veas, hasta Charlie le plantó cara al matón de su clase. Ya ves.

Y el chico se puso coloradísimo. Y me miró. Después, la miró a ella. Y levantó la mano y le cruzó la cara con una buena bofetada. Buena de verdad. Me quedé helado, porque no podía creer lo que había hecho. No era propio de él pegar a nadie. Era el chico que grababa cintas temáticas de varios, con las carátulas pintadas a mano, hasta que pegó a mi hermana y paró de llorar.

Lo más raro es que mi hermana no hizo nada. Solo se quedó mirándolo en completo silencio. Fue extrañísimo. Mi hermana se pone como loca si te comes un tipo de atún que no debes, pero aquí estaba este chico pegándole, y ella no dijo ni mu. Solo se volvió más dulce y amable. Y me pidió que me fuera, cosa que hice. Después de que el chico se marchara, mi hermana me dijo que estaban «saliendo», y que no le contara a mamá ni a papá lo que había pasado.

Supongo que él se había enfrentado a su matón. Y supongo que tiene lógica.

Ese fin de semana, mi hermana pasó un montón de tiempo con este chico. Y se rieron mucho más de lo que normalmente hacen. El viernes por la noche, estuve leyendo mi nuevo libro, pero como estaba mentalmente cansado, decidí ver un poco la tele. Y abrí la puerta del sótano y mi hermana y este chico estaban desnudos. Él estaba encima de ella, y ella tenía las piernas extendidas a ambos lados del sofá. Y me gritó en un susurro:

—¡Sal de aquí, pervertido!

Así que me fui. Al día siguiente, todos vimos en la tele a mi hermano jugar al fútbol. Y mi hermana invitó a este chico a casa. No sé a ciencia cierta cuándo se había marchado la noche anterior. Estuvieron agarrados de la mano y se comportaron como si todo fuera alegre. Y el chico dijo que el equipo de fútbol del instituto no era el mismo desde que mi hermano se graduó, o algo así, y mi padre se lo agradeció. Y cuando el chico se fue, mi padre dijo que se estaba convirtiendo en un joven excelente que sabía cómo comportarse. Y mi madre se quedó callada. Y mi hermana me miró para asegurarse de que yo no abriría la boca. Y así fue.

—Sí. Lo es —fue lo único que pudo decir mi hermana.

Y yo imaginé a este chico en su casa haciendo los deberes y pensando en mi hermana desnuda. Y los imaginé de la mano en partidos de fútbol a los que no prestarían atención. E imaginé a este chico vomitando en los arbustos de una fiesta en la casa de alguien. E imaginé a mi hermana aguantándolo.

Y me sentí muy mal por los dos.

Con mucho cariño,

Charlie

18 de septiembre de 1991

Querido amigo:

No te he contado nunca que estoy en clase de Pretecnología, ¿verdad? Bueno, pues estoy en Pretecnología, y es mi clase favorita junto con la de Literatura Avanzada de Bill. Anoche escribí la redacción sobre Matar un ruiseñor, y se la pasé a Bill esta mañana. Se supone que vamos a hablar de ella mañana durante la hora de comer.

Pero a lo que iba es a que hay un chico en Pretecnología que se llama «Nada». No bromeo. Su nombre es «Nada». Y es para partirse de risa. «Nada» se quedó con el mote en el colegio, cuando la gente se metía con él. Creo que ahora está en último curso. Los chicos empezaron a llamarle Patty, cuando su nombre de verdad es Patrick. Y «Nada» les dijo: «Escuchad, o me llamáis Patrick o nada».

Así que empezaron a llamarle «Nada». Y se le quedó el mote. En ese momento era un recién llegado al distrito escolar porque su padre se había casado con otra mujer, nueva en esta zona. Creo que dejaré de poner comillas en el nombre de Nada porque es pesado y rompe el hilo del discurso. Espero que no lo encuentres difícil de seguir. Me aseguraré de destacar la diferencia si se da el caso.

Bueno, pues en clase de Pretecnología, Nada empezó a imitar a nuestro profesor, el señor Callahan, con muchísima gracia. Hasta se pintó con cera negra las patillas largas. Para partirse de risa. Cuando el profesor Callahan pilló a Nada haciendo esto cerca de la lijadora de banda, incluso se rio, porque Nada no lo estaba imitando con mala idea ni nada. Así de gracioso fue. Ojalá hubieras podido estar allí, porque no me he reído tanto desde que mi hermano se marchó de casa. Mi hermano solía contar chistes sobre polacos, que sé que está mal, pero yo no hacía caso de la parte polaca y escuchaba los chistes. Para partirse de risa.

Ah, por cierto, mi hermana me pidió que le devolviera su cinta de «Hojas de otoño». Ahora la escucha todo el tiempo.

Con mucho cariño,

Charlie

29 de septiembre de 1991

Querido amigo:

Tengo un montón de cosas que contarte sobre las últimas dos semanas. Bastantes son buenas, pero otras son malas. Sigo sin entender por qué siempre pasa igual.

Antes que nada, Bill me puso un suficiente en mi redacción sobre Matar un ruiseñor porque dijo que hago frases demasiado largas. Estoy intentando practicar para no hacerlo. También dijo que debería utilizar el vocabulario que aprendo en clase, como «corpulento» e «ictericia». Usaría aquí esas palabras, pero la verdad es que no creo que sean apropiadas en estas cartas.

Para serte sincero, no sé dónde sería apropiado usarlas. No estoy diciendo que no deberíamos conocerlas. Claro que deberíamos. Pero es que nunca, en toda mi vida, he oído a nadie utilizar las palabras «corpulento» e «ictericia». Incluyendo a los profesores. Así que, ¿qué sentido tiene utilizar palabras que nadie más sabe o puede decir con comodidad? Yo es que no lo entiendo.

Me pasa lo mismo con ciertas estrellas de cine que son malísimas actuando. Algunas de ellas deben de tener por lo menos un millón de dólares, y aun así, siguen haciendo películas. Se cargan a los malos. Gritan a sus detectives. Hacen entrevistas. Cada vez que veo en alguna revista a cierta estrella de cine no puedo evitar que me dé una pena terrible porque nadie tiene ningún respeto por ella, y a pesar de eso, siguen entrevistándola. Y en las entrevistas todas dicen lo mismo.

Empiezan con lo que están comiendo en algún restaurante. «Mientras masticaba delicadamente su ensalada china de pollo, nos habló de su amor». Y todas las portadas dicen lo mismo: «Nos revela los misterios de la fama, el amor, y de su reciente película/serie/álbum de éxito».

Creo que está bien que los actores hagan entrevistas para hacernos pensar que son como nosotros, pero si te soy sincero, me da la sensación de que todo es una gran mentira. El problema es que no sé quién está mintiendo. Y no entiendo por qué estas revistas venden tanto. Y no entiendo por qué a las señoras que van al dentista les gustan tanto. El sábado pasado, estaba en la sala de espera del dentista y oí esta conversación:

—¿Has visto esta película? —señala la portada.

—Sí. La vi con Harold.

—¿Qué te ha parecido?

—Ella es un encanto.

—Sí. Lo es.

—Ah, tengo una nueva receta.

—¿Baja en calorías?

—Ajá.

—¿Tienes tiempo mañana?

—No. ¿Por qué no haces que Mike se la mande a Harold por fax?

—Vale.

Entonces, estas señoras empezaron a hablar sobre la actriz que mencioné antes, y las dos lo tenían muy claro:

—Creo que es patética.

—¿Has leído la entrevista en Good Housekeeping?

—¿De hace algunos meses?

—Ajá.

—Patética.

—¿Leíste la de Cosmopolitan?

—No.

—Dios mío, es prácticamente la misma entrevista.

—No sé ni por qué le hacen caso.

El hecho de que una de esas señoras fuera mi madre me dio especial lástima, porque mi madre es muy guapa. Y siempre está a dieta. A veces, mi padre la llama guapa, pero ella no lo escucha. A propósito, mi padre es muy buen marido. Solo que es pragmático.

Después del dentista, mi madre me llevó en coche al cementerio donde muchos de sus parientes están enterrados. A mi padre no le gusta ir al cementerio porque le da grima. Pero a mí no me importa nada ir, porque mi tía Helen está enterrada allí. Mi madre siempre fue la guapa de las dos, y mi tía Helen fue siempre «la otra». Lo bueno es que mi tía Helen nunca estuvo a dieta. Y mi tía Helen era «corpulenta». ¡Eh! ¡Lo he conseguido!

Mi tía Helen siempre dejaba que los niños nos quedásemos levantados y viéramos Saturday Night Live cuando hacía de canguro o cuando estuvo viviendo con nosotros y mis padres se iban a casa de otra pareja a emborracharse y jugar a juegos de mesa. Cuando yo era muy pequeño, recuerdo que me iba a dormir mientras mis hermanos y la tía Helen veían Vacaciones en el mar y La isla de la fantasía. Siendo tan pequeño, nunca aguantaba despierto, y ojalá hubiera podido, porque mis hermanos a veces hablan de aquellos momentos. Tal vez sea triste que ahora se hayan convertido en recuerdos. Y tal vez no sea triste. Tal vez es solo el hecho de que queríamos a la tía Helen, sobre todo yo, y aquel era el único rato que podíamos pasar con ella.

No empezaré a enumerar recuerdos de episodios de televisión, excepto uno, porque supongo que viene al caso, y parece algo con lo que cualquiera se puede identificar de alguna manera. Y ya que no te conozco, imagino que tal vez pueda escribir sobre algo con lo que te puedas identificar.

Toda la familia estaba sentada viendo el último episodio de M.A.S.H., y nunca lo olvidaré, por muy pequeño que fuera entonces. Mi madre lloraba. Mi hermana lloraba. Mi hermano estaba haciendo de tripas corazón para no llorar. Y mi padre se fue durante uno de los momentos finales para hacerse un sándwich. Bueno, no me acuerdo mucho del capítulo en sí porque yo era demasiado pequeño, pero mi padre nunca se iba a hacerse un sándwich, salvo durante la pausa de los anuncios, y entonces normalmente mandaba a mi madre. Fui hasta la cocina y vi a mi padre haciéndose un sándwich . . . y llorando. Lloraba todavía más desconsoladamente que mi madre. Y yo no me lo podía creer. Cuando terminó de hacerse su sándwich, guardó las cosas en la nevera y paró de llorar y se enjugó los ojos y me vio.

Entonces se acercó a mí, me dio una palmadita en el hombro y dijo:

—Es nuestro pequeño secreto, ¿vale, campeón?

—Vale —dije.

Y mi padre me levantó con el brazo que no sostenía el sándwich, y me llevó hasta el salón, donde está la televisión, y me sentó en sus rodillas durante el resto del episodio. Y cuando el episodio terminó, me levantó, apagó la tele y se volvió hacia los demás. Y declaró:

—Ha sido una gran serie.

Y mi madre dijo:

—Inmejorable.

Y mi hermana preguntó:

—¿Cuánto tiempo ha estado en antena?

Y mi hermano respondió:

—Nueve años, tonta.

Y mi hermana replicó:

—Tonto lo serás tú . . .

Y mi padre dijo:

—Parad de discutir, ahora mismo.

Y mi madre dijo:

—Haced caso a vuestro padre.

Y mi hermano no dijo nada.

Y mi hermana no dijo nada.

Y años después descubrí que mi hermano se había equivocado.

Fui a la biblioteca a consultar sus datos y descubrí que el episodio que vimos había sido el más visto de toda la historia de la televisión, lo que me parece increíble porque era como si solo hubiese existido para nosotros cinco.

Ya sabes, un montón de chicos en el colegio odian a sus padres. A algunos les pegan. Y a algunos les ha tocado una vida asquerosa. Algunos son trofeos que sus padres muestran a los vecinos, como galones o estrellas doradas. Y algunos de esos padres lo único que quieren es que les dejen beber en paz.

Yo, personalmente, a pesar de que no comprenda a mis padres y a pesar de que a veces sienta pena por los dos, no puedo evitar quererlos mucho. Mi madre saca el coche para visitar a sus seres queridos en el cementerio. Mi padre lloró viendo M.A.S.H. y confió en que le guardara el secreto, y me dejó sentarme en sus rodillas, y me llamó «campeón».

Por cierto, solo tengo una caries y, por mucho que insista mi dentista, soy incapaz de usar la seda dental.

Con mucho cariño,

Charlie

6 de octubre de 1991

Querido amigo:

Estoy muy avergonzado. Fui al partido de fútbol del instituto el otro día y no sé exactamente por qué. En el colegio, Michael y yo íbamos a veces a los partidos, aunque ninguno de los dos éramos suficientemente populares para ir. Era solo un lugar adonde ir los viernes cuando no queríamos ver la tele. A veces, nos encontrábamos a Susan allí, y ella y Michael se daban la mano.

Pero esta vez fui solo porque Michael ya no está, y ahora Susan se junta con otros chicos, y Bridget sigue loca, y la madre de Carl lo mandó a un colegio católico, y Dave, el de las gafas raras, se ha mudado. Estuve mirando un poco a la gente, viendo quién estaba enamorado y quién simplemente perdiendo el tiempo, y vi a ese chico del que te hablé. ¿Te acuerdas de Nada? Nada estaba allí, en el partido de fútbol, y de hecho era uno de los pocos que veían el partido, sin ser un adulto. Me refiero a ver el partido de verdad. Gritaba cosas como:

—¡Vamos, Brad! —así se llama nuestro defensa.

Bueno, normalmente soy muy tímido, pero Nada parece el tipo de chico con el que podrías ir a un partido de fútbol, aunque tengas tres años menos y no seas popular.

—¡Hey! ¡Tú estás en mi clase de Pretecnología! —Nada es muy simpático.

—Me llamo Charlie —dije sin demasiada timidez.

—Y yo Patrick. Y esta es Sam —señaló a una chica muy guapa que estaba a su lado. Y ella me saludó.

—¡Hola, Charlie! —Sam tenía una sonrisa muy bonita.

Ambos me dijeron que me sentara con ellos, y parecía que lo decían en serio, así que me senté. Escuché los gritos que Nada lanzaba al campo. Y escuché su análisis de cada jugada. Y me di cuenta de que sabía mucho de fútbol. De hecho, sabía de fútbol tanto como mi hermano. Quizá debería llamarle Patrick a partir de ahora, ya que es así como se ha presentado, y Sam también lo llama así.

Por cierto, Sam tiene el pelo castaño y unos ojos verdes muy, muy bonitos. El tipo de verde que no es consciente de lo bonito que es. Te lo habría dicho antes, pero bajo las luces del estadio, todo parecía como desvaído. Hasta que fuimos al Big Boy y Sam y Patrick empezaron a fumar un cigarrillo tras otro no pude contemplarla bien. Lo bueno del Big Boy fue que Patrick y Sam no estuvieron haciendo bromas privadas que yo tuviera que esforzarme en seguir. Para nada. Me hicieron preguntas:

—¿Cuántos años tienes, Charlie?

—Quince.

—¿Qué quieres hacer cuando seas mayor?

—Todavía no lo sé.

—¿Cuál es tu grupo de música favorito?

—Puede que The Smiths porque me encanta su canción Asleep, pero no estoy seguro del todo porque no conozco demasiado bien otras canciones suyas.

—¿Cuál es tu película favorita?

—La verdad es que no lo sé. Todas me parecen iguales.

—¿Y tu libro favorito?

—A este lado del paraíso, de F. Scott Fitzgerald.

—¿Por qué?

—Porque ha sido el último que he leído.

Esto les hizo reír porque sabían que lo decía en serio, que no era una pose. Entonces me dijeron cuáles eran sus favoritos, y nos quedamos en silencio. Comí tarta de calabaza porque la señora dijo que era de temporada, y Patrick y Sam siguieron fumando.

Los contemplé, y parecían realmente felices juntos. Felicidad de la buena. Y aunque Sam me pareció muy guapa y simpática, y era la primera chica a la que habría querido invitar a salir algún día cuando pudiera conducir, no me importó que tuviera novio, sobre todo si era tan buena gente como Patrick.

—¿Cuánto tiempo lleváis «saliendo»? —pregunté.

Entonces se echaron a reír. A reír a auténticas carcajadas.

—¿Qué tiene tanta gracia? —dije.

—Somos hermanos —dijo Patrick, todavía entre risas.

—Pero no os parecéis —repuse.

Fue entonces cuando Sam me explicó que en realidad eran hermanastros, ya que el padre de Patrick se había casado con la madre de Sam. Me alegré mucho de saberlo porque la verdad es que me gustaría pedirle a Sam que saliera conmigo algún día. Y tanto que me gustaría. Es tan bonita . . .

Sin embargo, estoy avergonzado porque esa noche tuve un extraño sueño. Estaba con Sam. Y estábamos los dos desnudos. Y ella tenía las piernas extendidas a ambos lados del sofá. Y me desperté. Y nunca me había sentido tan bien en mi vida. Pero también me sentí mal porque la había visto desnuda sin su permiso. Creo que debería contárselo a Sam, y de verdad confío en que esto no impida que podamos llegar a hacer, a lo mejor, nuestras propias bromas privadas. Sería genial volver a tener un amigo. Lo preferiría incluso a salir con alguien.

Con mucho cariño,

Charlie

14 de octubre de 1991

Querido amigo:

¿Sabes lo que es la «masturbación»? Probablemente sí, porque eres mayor que yo. Pero por si acaso, te lo contaré. La masturbación es cuando te frotas los genitales hasta que tienes un orgasmo. ¡Guau!

He pensado que en esas películas y series de televisión en las que hablan de la pausa para el café, deberían tener también una pausa para la masturbación. Pero por otro lado, creo que bajaría la productividad.

No me hagas caso. Solo estaba bromeando. Quería hacerte sonreír. Aunque lo de «¡guau!» iba en serio.

Le dije a Sam que había soñado que ella y yo estábamos desnudos en el sofá, y me eché a llorar porque me sentía fatal, y ¿sabes qué hizo ella? Se puso a reír. Aunque no fue una risa cruel, sino una risa simpática y cálida. Dijo que le parecía muy tierno. Y dijo que no pasaba nada si había tenido un sueño con ella. Y dejé de llorar. Después Sam me preguntó si me parecía guapa, y le dije que me parecía «preciosa». Entonces Sam me miró fijamente a los ojos.

—¿Sabes que eres demasiado pequeño para mí, Charlie?

—Sí, lo sé.

—No quiero que pierdas el tiempo pensando en mí de esa manera.

—No lo haré. Ha sido solo un sueño.

Entonces Sam me dio un abrazo, y fue raro porque en mi familia no acostumbramos a abrazarnos demasiado, salvo mi tía Helen. Pero después de unos instantes, pude oler el perfume de Sam, y pude sentir su cuerpo contra el mío. Y di un paso atrás.

—Sam, estoy pensando en ti de esa manera.

Entonces me miró y sacudió la cabeza. Luego, me rodeó los hombros con el brazo y me llevó caminando por el pasillo. Nos encontramos con Patrick afuera porque a veces no les apetecía ir a clase. Preferían fumar.

—Charlie está «charliescamente» colgado por mí, Patrick.

—¿Ah, sí?

—Estoy intentando no estarlo —me excusé, con lo que solo les hice reír.

Patrick entonces le pidió a Sam que se fuera, cosa que hizo, y me dio algunas explicaciones para que supiera cómo comportarme con las demás chicas y no perder mi tiempo pensando en Sam de esa manera.

—Charlie, ¿alguien te ha contado cómo va esto?

—Creo que no.

—Bueno, pues hay que seguir algunas reglas, no porque tú quieras, sino porque tienes que hacerlo. ¿Lo pillas?

—Supongo que sí.

—Vale. Mira las chicas, por ejemplo. Copian a sus madres y las revistas y todo para saber cómo actuar delante de los chicos.

Pensé en las madres y en las revistas y en los todos, y la idea me puso nervioso, especialmente si incluía la televisión.

—Me refiero a que no es como en las películas, donde a las chicas les gustan los gilipollas, ni nada parecido. No es tan fácil. Lo que les gusta son los chicos que les pueda dar un propósito.

—¿Un propósito?

—Exacto. ¿Sabes? A las chicas les gusta que los tíos sean un reto. Les da una especie de molde en el que encajar su actuación. Como una madre. ¿Qué haría una madre si no pudiera preocuparse por ti y hacer que ordenes tu cuarto? ¿Y qué harías tú sin que ella se preocupe por ti y te obligue a ordenarlo? Todo el mundo necesita una madre. Y las madres lo saben. Y esto les da un propósito. ¿Lo pillas?

—Sí —dije, aunque no lo había pillado. Pero sí lo bastante como para decir que sí y no estar mintiendo.

—El caso es que algunas chicas piensan que pueden cambiar a los chicos. Y lo gracioso es que si consiguen cambiarlos, se aburren de ellos. El reto se ha acabado. Lo que tienes que hacer es darles a las chicas un tiempo para pensar en una forma nueva de hacer las cosas, y eso es todo. Algunas la descubrirán pronto. Algunas, algo más tarde. Algunas, nunca. Yo no me preocuparía demasiado por eso.

Pero creo que yo sí me he preocupado. He estado preocupándome sobre este tema desde que me lo dijo. Miro a la gente que va de la mano por los pasillos e intento pensar en cómo funciona todo. En los bailes del instituto me siento al fondo, marco el ritmo con el pie y me pregunto cuántas parejas bailarán «su canción». En los pasillos, veo a las chicas que llevan puestas las chaquetas de los chicos, y reflexiono sobre la idea de propiedad. Y me pregunto si alguien es realmente feliz. Espero que lo sean. De verdad.

Bill me vio mirando a la gente y, después de clase, me preguntó en qué estaba pensando, y se lo dije. Me escuchó y asintió con la cabeza e hizo ruidos «afirmativos». Cuando hube terminado, su cara se convirtió en «cara de tener una conversación seria».

—¿Siempre piensas tanto, Charlie?

—¿Es malo? —solo quería que alguien me dijera la verdad.

—No necesariamente. Es que a veces la gente utiliza el pensamiento para no implicarse en la vida.

—¿Eso es malo?

—Sí.

—Pero yo creo que me implico. ¿Usted no?

—Bueno, ¿bailas en esas fiestas?

—No bailo demasiado bien.

—¿Sales con alguien?

—Bueno, no tengo coche, e incluso si lo tuviera, no puedo conducir porque tengo quince años, y de todas formas, no he conocido a ninguna chica que me guste excepto Sam, pero soy demasiado joven para ella, y le tocaría conducir a ella siempre, lo que no me parece justo.

Bill sonrió y continuó haciéndome preguntas. Poco a poco, llegó a los «problemas en casa». Y le hablé de cuando el chico que hace cintas de varios pegó a mi hermana, porque mi hermana solo dijo que no se lo contara a mis padres, así que supuse que se lo podía contar a Bill. Después de contárselo, puso una cara muy seria y me dijo algo que no creo que olvide durante este semestre o jamás:

—Charlie, aceptamos el amor que creemos merecer.

Me quedé ahí de pie, en silencio. Bill me dio una palmadita en el hombro y un libro nuevo para leer. Me dijo que todo iría bien.

Normalmente vuelvo a casa caminando porque me hace sentir que me lo he ganado. Me refiero a que quiero poder decirles a mis hijos que iba andando al colegio igual que mis abuelos en «los viejos tiempos». Es raro estar planeando esto, teniendo en cuenta que nunca he salido con nadie, pero supongo que tiene sentido. Normalmente caminar me lleva una hora más que tomar el autobús, pero merece la pena cuando el tiempo es agradable y fresco como hoy.

Cuando por fin llegué a casa, mi hermana estaba sentada en una silla. Mi madre y mi padre estaban de pie delante de ella. Y supe que Bill había llamado a casa y se lo había contado. Y me sentí fatal. Había sido por mi culpa.

Mi hermana estaba llorando. Mi madre estaba muy, muy callada. Mi padre fue el único que habló. Dijo que mi hermana no podría volver a ver nunca más a ese chico que le pegaba, y que iba a tener una charla con los padres del chico esa noche. Entonces mi hermana dijo que la culpa había sido suya, que lo había estado provocando, pero mi padre dijo que aquello no era excusa.

—Pero ¡lo quiero! —nunca había visto a mi hermana llorar tanto.

—No, no lo quieres.

—¡Te odio!

—No, no me odias —mi padre a veces puede ser extremadamente tranquilo.

—Él lo es todo para mí.

—No vuelvas a decir eso de nadie nunca más. Ni siquiera de mí —esta vez habló mi madre.

Mi madre elige muy bien cuándo toma partido y, si hay algo que puedo decir sobre mi familia, es que cuando mi madre interviene, siempre se sale con la suya. Y esta vez no fue una excepción. Mi hermana paró de llorar inmediatamente.

Después de aquello, mi padre le dio a mi hermana un inesperado beso en la frente. Luego salió de la casa, se subió a su Oldsmobile y se alejó conduciendo. Pensé que probablemente fuera a hablar con los padres del chico. Y sentí mucha lástima por ellos. Por sus padres, quiero decir. Porque mi padre no pierde una batalla. Así de fácil.

Entonces mi madre se fue a la cocina para preparar el plato favorito de mi hermana, y mi hermana me miró.

—Te odio.

Lo dijo de forma distinta a como se lo había dicho a mi padre. A mí me lo decía en serio. Muy en serio.

—Te quiero —fue lo único que pude decir en respuesta.

—Eres un bicho raro, ¿lo sabes? Siempre has sido un bicho raro. Todo el mundo lo dice y lo ha dicho siempre.

—Estoy intentando no serlo.

Entonces me di la vuelta y me fui andando a mi cuarto y cerré la puerta y metí la cabeza bajo la almohada y dejé que el silencio volviera a poner las cosas en su sitio.

Por cierto, imagino que sentirás curiosidad sobre mi padre. ¿Nos pegaba cuando éramos niños o incluso ahora? He pensado que podrías sentir curiosidad porque Bill la tuvo, después de que le contara lo de ese chico y mi hermana. Pues, por si te lo preguntabas, no lo ha hecho. Nunca les ha levantado la mano a mis hermanos. Y la única vez que me dio una bofetada a mí fue cuando hice llorar a mi tía Helen. Y cuando todos nos tranquilizamos, se puso de rodillas delante de mí y me contó que su padrastro le había dado muchas palizas y que, en la universidad, cuando mi madre se quedó embarazada de mi hermano mayor, decidió que él nunca pegaría a sus hijos. Y se sentía fatal por haberlo hecho. Y lo sentía muchísimo. Y nunca me volvería a pegar de nuevo. Y no lo ha hecho.

Solo es severo, a veces.

Con mucho cariño,

Charlie

15 de octubre de 1991

Querido amigo:

Supongo que olvidé mencionar en mi última carta que fue Patrick quien me habló de la masturbación. Supongo que también olvidé contarte con qué frecuencia la practico ahora, que es mucha. No me gusta mirar fotos. Solo cierro los ojos y sueño con una mujer que no conozco. E intento no sentir vergüenza. Nunca pienso en Sam cuando lo hago. Nunca. Es muy importante para mí, porque me hizo muy feliz cuando dijo «charliescamente», ya que me pareció una broma privada, si se la puede llamar así.

Una noche, me sentí tan culpable que le prometí a Dios que nunca lo volvería a hacer. Así que empecé a utilizar mantas, pero las mantas dolían, así que empecé a utilizar almohadas, pero las almohadas dolían, así que volví a hacerlo normal. No me han educado muy religiosamente, pero yo creo mucho en Dios. Solo que no le he puesto nunca nombre, ¿sabes a qué me refiero, no? Espero no haberle decepcionado.

A propósito, mi padre tuvo una conversación seria con los padres del chico. La madre se enfadó muchísimo y le dio unos cuantos gritos a su hijo. El padre se quedó callado. Mi padre no entró demasiado en el terreno personal. No les dijo que habían hecho « un trabajo pésimo» educando a su hijo, ni nada parecido.

Para él, lo único importante era conseguir que lo ayudaran a mantener al chico alejado de su hija. Una vez que acordaron esto, dejó que se ocuparan ellos de su familia y volvió a casa para ocuparse él de la suya. Por lo menos, así nos lo contó.

La única cosa que le pregunté a mi padre fue sobre los «problemas en casa» del chico. Si creía o no que sus padres le pegaban. Me dijo que no me metiera en lo que no me importaba. Porque él no lo sabía y nunca se lo iba a preguntar y pensaba que daba igual.

—No todo el mundo arrastra una tragedia, Charlie, y aunque así fuera, no los excusaría.

Eso fue todo lo que dijo. Y después nos pusimos a ver la tele.

Mi hermana sigue furiosa conmigo, pero mi padre ha dicho que hice lo correcto. Espero haberlo hecho, pero a veces es difícil saberlo.

Con mucho cariño,

Charlie

28 de octubre de 1991

Querido amigo:

Siento no haberte escrito en un par de semanas, pero he estado intentando «implicarme», como dijo Bill. Es raro, porque a veces leo un libro y pienso que soy un personaje del libro. También, cuando escribo cartas, paso los dos días siguientes pensando en lo que llegué a comprender con ellas. No sé si esto es bueno o malo. De todas maneras, estoy intentando implicarme.

Por cierto, el libro que me dio Bill era Peter Pan, de J. M. Barrie. Sé lo que estás pensando. Los dibujos animados de Peter Pan con los niños perdidos. El libro en sí es muchísimo mejor. Es solo la historia de un chico que se niega a crecer y que, cuando Wendy se hace mayor, se siente muy traicionado. Por lo menos es lo que yo he sacado de la novela. Creo que Bill me la ha dado para enseñarme una lección de algún tipo.

Lo bueno es que la leí y, por su fantasía, no pude pretender estar dentro. De esa forma puedo implicarme en la vida y aun así leer.

En cuanto a mi implicación en las cosas, estoy intentando ir a los actos sociales que organiza el instituto. Es demasiado tarde para apuntarme a algún club o algo parecido, pero a pesar de ello intento ir a lo que puedo. Como el partido de fútbol y el baile de antiguos alumnos, aunque no tenga pareja.

Me cuesta creer que alguna vez vuelva al instituto para un partido de fútbol una vez que me haya marchado de aquí, pero la última vez que fui, fue divertido fingir que lo hacía. Encontré a Patrick y a Sam sentados en su sitio de siempre en las gradas, y empecé a hacer como si no los hubiera visto en un año, aunque lo había hecho aquella misma tarde durante la comida mientras me comía mi naranja y ellos fumaban.

—Patrick, ¿eres tú? Y Sam . . . Ha pasado tanto tiempo. ¿Quién está ganando? Madre mía, la universidad es una cruz. El catedrático me está obligando a leer veintisiete libros este fin de semana, y mi novia me necesita para pintar pancartas para su manifestación de este martes. Que la Administración sepa que vamos en serio. Mi padre está ocupado con su swing de golf, y mi madre solo tiene tiempo para el tenis. Tenemos que repetir esto otra vez. Me quedaría, pero tengo que recoger a mi hermana de su coaching de inteligencia emocional. Está haciendo auténticos progresos. Me alegro de veros.

Y entonces me alejé. Bajé al puesto de comida y compré tres bandejas de nachos y una Coca-Cola Light para Sam. Cuando volví, me senté y les di a Patrick y a Sam los nachos y a Sam su Coca-Cola Light. Y Sam sonrió. Lo mejor de Sam es que no cree que esté loco por fingir que hago cosas. Patrick tampoco, pero estaba demasiado ocupado viendo el partido y gritándole a Brad, el defensa.

Sam me dijo durante el partido que más tarde iban a ir a la casa de un amigo suyo que daba una fiesta. Luego me preguntó si quería acompañarlos, y le dije que sí porque nunca había estado en una fiesta. Había visto una en mi casa, sin embargo.

Mis padres se habían ido a Ohio al entierro o la boda, no recuerdo cuál, de un primo muy lejano. Y dejaron a mi hermano como encargado de la casa. En aquella época tenía dieciséis años. Mi hermano aprovechó la oportunidad para dar una gran fiesta con cerveza y todo. Me ordenaron que me quedara en mi habitación, lo que no estuvo mal porque era ahí donde todos dejaban sus abrigos y fue divertido ver lo que llevaban en los bolsillos. Cada diez minutos más o menos, una chica o un chico borracho entraba tambaleándose en mi cuarto para ver si podían enrollarse allí o algo. Entonces, me veían y se iban. Bueno, menos una pareja.

Esta pareja, que según supe luego, era muy popular y estaba muy enamorada, entró a trompicones en mi cuarto y me preguntó si me importaba que lo utilizaran. Les dije que mis hermanos me habían dicho que tenía que quedarme allí, y me preguntaron si podían usar la habitación de todas maneras conmigo dentro. Dije que no veía por qué no, así que cerraron la puerta y empezaron a besarse. A besarse desenfrenadamente. Después de unos minutos, la mano del chico trepó bajo la camisa de la chica, y ella empezó a protestar.

—Venga, Dave.

—¿Qué?

—El niño está aquí.

—No pasa nada.

Y el chico siguió subiéndole la camisa a la chica, y por mucho que ella dijera que no, él continuó. Después de unos minutos, ella dejó de protestar, y él le quitó la camisa, y ella llevaba un sujetador blanco de encaje. Sinceramente, llegados a este punto yo ya no sabía qué hacer. Enseguida él le quitó el sujetador y empezó a besarle el pecho. Y después le metió la mano dentro de los pantalones y ella empezó a gemir. Creo que ambos estaban muy borrachos. Él intentó quitarle los pantalones, pero ella empezó a llorar muy fuerte, así que fue a por los suyos. Se bajó los pantalones y los calzoncillos hasta las rodillas.

—Por favor. Dave. No.

Pero el chico le dijo suavemente lo guapa que estaba y cosas así, y ella le agarró el pene con las manos y empezó a moverlo. Ojalá pudiera describirlo un poco mejor sin usar palabras como pene, pero es que en realidad fue así.

Unos minutos después, el chico empujó hacia abajo la cabeza de la chica, y ella empezó a besarle el pene. Todavía estaba llorando. Al final, paró de llorar porque él le metió el pene en la boca y no creo que puedas llorar en esa posición. Llegados a este punto, tuve que apartar la vista porque empecé a sentir náuseas, pero aquello continuó, y siguieron haciendo otras cosas, y ella siguió diciéndole que «no». Incluso cuando me tapé los oídos podía seguir oyéndole decir eso.

Finalmente, mi hermana entró para traerme un bol de patatas fritas, y cuando descubrió al chico y a la chica, ellos pararon. Mi hermana se quedó muy cortada, pero no tan cortada como la chica. El chico parecía algo engreído. No dijo demasiado. Después de que se fueran, mi hermana se volvió hacia mí.

—¿Sabían que estabas aquí?

—Sí, me preguntaron si podían usar la habitación.

—¿Por qué no se lo impediste?

—No sabía qué iban a hacer.

—Eres un pervertido —fue lo último que dijo mi hermana antes de abandonar la habitación, todavía con el bol de patatas fritas en la mano.

Se lo conté a Sam y a Patrick, y ambos se quedaron muy callados. Sam dijo que ella estuvo saliendo con Dave una temporada antes de meterse en la música punk y Patrick que había oído hablar de esa fiesta. No me sorprendió, porque se convirtió en una especie de leyenda. Al menos por lo que me han contado algunos cuando he dicho quién es mi hermano mayor.

Cuando llegó la policía, encontraron a mi hermano dormido en el tejado. Nadie sabe cómo llegó hasta allí. Mi hermana estaba enrollándose en el cuarto de la lavadora con uno de último curso de instituto. Ella estaba en su primer año en aquel tiempo. Muchos padres vinieron entonces a casa a recoger a sus hijos, y muchas de las chicas se fueron llorando y vomitando. A esas alturas, la mayoría de los chicos ya se habían escapado. Mi hermano se había metido en un buen lío, y mis padres tuvieron una «conversación seria» con mi hermana sobre las malas influencias. Y eso fue todo.

El tal Dave está en último curso ahora. Juega en el equipo de fútbol. Es receptor. Vi el final del partido cuando Dave atrapó la pelota que lanzó Brad para hacer un touchdown. Supuso la victoria del partido para nuestro instituto. Y la gente de las gradas se volvió loca porque habíamos ganado. Pero yo en lo único que podía pensar era en esa fiesta. Pensé en ello sin decir palabra durante un rato largo y después miré a Sam.

—La violó, ¿verdad?

Ella asintió. No sabría decir si estaba triste o es que sencillamente sabía más cosas que yo.

—Deberíamos decírselo a alguien, ¿no?

Sam esta vez se limitó a negar con la cabeza. Luego me explicó por todo lo que tendría que pasar la chica para demostrarlo, especialmente en el instituto, cuando el chico y la chica son populares y siguen todavía enamorados.

Al día siguiente, en el baile de antiguos alumnos, los vi bailando juntos. Dave y su chica. Y me puse hecho una furia. Hasta me asustó un poco lo furioso que me puse. Pensé en acercarme a Dave y hacerle daño de verdad, como quizá debería haberle hecho a Sean. Y creo que lo habría hecho, de no ser porque Sam me vio y me rodeó los hombros con el brazo como suele hacer. Me tranquilizó, y supongo que me alegro de que lo hiciera porque creo que me habría puesto todavía más furioso si hubiera empezado a pegar a Dave y su novia me hubiera hecho parar porque lo amaba. Creo que eso me habría enfurecido muchísimo más.

Así que decidí hacer la única otra cosa que se me ocurrió y desinflé las ruedas del coche de Dave. Sam sabía cuál era.

Ese viernes por la noche, después del partido, tuve un sentimiento que no sé si seré capaz de describir alguna vez, salvo por su calidez. Sam y Patrick me llevaron a la fiesta esa noche, y yo iba en el asiento del medio, en la camioneta de Sam. A Sam le encanta su camioneta porque dice que le recuerda a su padre. El sentimiento que tuve surgió cuando Sam le dijo a Patrick que buscara una emisora de radio. Y él no paró de encontrar anuncios. Y anuncios. Y una canción de amor malísima con la palabra «baby». Y después más anuncios. Y por fin encontró una canción verdaderamente increíble que trataba de un chico, y todos nos quedamos callados.

Sam seguía el ritmo con la mano en el volante. Patrick había sacado la mano fuera del coche y hacía ondas en el aire. Y yo simplemente estaba ahí sentado entre los dos. Cuando la canción terminó, dije algo:

—Me siento infinito.

Y Sam y Patrick me miraron como si hubiera dicho lo mejor que habían escuchado nunca. Porque la canción había sido buenísima y porque todos le habíamos prestado verdadera atención. Cinco minutos únicos en la vida que habíamos empleado de verdad, y nos sentíamos jóvenes en el mejor de los sentidos. Después compré el disco, y te diría cuál es, pero lo cierto es que no lo entenderías a no ser que estuvieras yendo en coche a tu primera fiesta de verdad, y fueras en el asiento del medio de una camioneta con dos buenas personas en el momento en el que empieza a llover.

Llegamos a la casa donde era la fiesta, y Patrick hizo su llamada secreta con los nudillos. Sería difícil describírtela sin hacer ruido. Se abrió una rendija en la puerta y un tío con el pelo encrespado nos miró.

—¿Patrick, alias Patty, alias Nada?

—Bob.

La puerta se abrió, y los viejos amigos se abrazaron. Luego, Sam y Bob se abrazaron. Luego, Sam habló:

—Te presento a nuestro amigo, Charlie.

Y no te lo vas a creer: ¡Bob me abrazó! Mientras estábamos colgando nuestros abrigos, Sam me dijo que Bob estaba «más fumado que un jodido salmón ahumado». No he podido evitar citarlo, aunque contenga un taco.

La fiesta era en el sótano de su casa. La habitación estaba bastante llena de humo, y los chicos eran mucho mayores. Había dos chicas enseñándose mutuamente sus tatuajes y los piercings que llevaban en el ombligo. De último curso, creo.

Un tío llamado Fritz algo se estaba poniendo morado de bollos rellenos de nata. La novia de Fritz le estaba hablando de los derechos de las mujeres, y él no paraba de decir:

—Que sí, nena, que sí.

Sam y Patrick empezaron a fumar cigarrillos. Bob subió a la cocina cuando oyó el timbre de la puerta. Cuando volvió, traía una lata de cerveza Milwaukee’s Best para cada uno y a dos nuevos invitados. Eran Maggie, que necesitaba usar el baño, y Brad, el defensa del equipo de fútbol del instituto. ¡En serio!

No sé por qué me emocionó tanto, pero supongo que cuando ves a alguien por los pasillos o en el campo de fútbol, es agradable saber que es una persona de verdad.

Todos fueron muy simpáticos conmigo y me preguntaron un montón de cosas sobre mí. Creo que porque era el más joven y no querían que me sintiera fuera de lugar, especialmente después de decir que no tomaría cerveza. Una vez me tomé una cerveza con mi hermano cuando tenía doce años y no me gustó. Para mí es así de sencillo.

Algunas de las preguntas que me hicieron eran en qué curso estaba y qué quería ser de mayor.

—Estoy en mi primer año de instituto y todavía no lo sé.

Miré a mi alrededor y vi que Sam y Patrick habían salido con Brad. Fue entonces cuando Bob empezó a ofrecer comida.

—¿Te apetece un brownie?

—Sí, gracias.

De hecho, estaba bastante hambriento porque normalmente Sam y Patrick me llevan al Big Boy después de los partidos de fútbol y supongo que ya me había acostumbrado a ello. Me comí el brownie, y sabía un poco raro, pero aun así era un brownie, así que me gustó. Pero no era un brownie normal. Como eres mayor, supongo que sabes qué tipo de brownie era.

Después de treinta minutos, la habitación empezó a desvanecerse a mi alrededor. Estuve hablando con una de las chicas del piercing en el ombligo, y me pareció como si ella estuviera en una película. Empecé a parpadear un montón y a mirar a todas partes, y la música sonaba densa como el agua.

Sam bajó y cuando me vio se volvió hacia Bob.

—Pero, ¿a ti qué diablos te pasa?

—Venga, Sam. Le ha gustado. Pregúntale.

—¿Cómo te encuentras, Charlie?

—Ligero.

—¿Lo ves? —la verdad es que Bob parecía un poco nervioso. Después me dijeron que era paranoia.

Sam se sentó junto a mí y me tomó la mano, lo que fue genial.

—¿Ves algo, Charlie?

—Luz.

—¿Te sientes bien?

—Ajá.

—¿Tienes sed?

—Ajá.

—¿Qué te gustaría beber?

—Un batido.

Y todos en la habitación, excepto Sam, rompieron en carcajadas.

—Está colocado.

—¿Tienes hambre, Charlie?

—Ajá.

—¿Qué te gustaría comer?

—Un batido.

No creo que se hubieran reído más alto ni aunque lo que hubiera dicho fuera realmente gracioso. Entonces, Sam me agarró de la mano y me hizo ponerme de pie en el bamboleante suelo.

—Venga. Te conseguiré un batido.

Mientras salíamos, Sam se volvió hacia Bob:

—Sigo pensando que eres un gilipollas.

Bob no hizo otra cosa que reírse. Y Sam acabó al final por reírse también. Y yo me alegré de que todo el mundo estuviera tan contento como parecía.

Sam y yo subimos a la cocina y ella encendió la luz. ¡Guau! Era tan brillante que no me lo podía creer. Era como cuando ves una película en el cine de día y, cuando sales afuera, no puedes creer que haya todavía luz. Sam sacó un poco de helado y algo de leche y una batidora. Le pregunté dónde estaba el baño y señaló a la vuelta de la esquina casi como si fuera su casa. Creo que ella y Patrick habían pasado mucho tiempo ahí cuando Bob estaba todavía en el instituto.

Cuando salí del baño, oí un ruido en la habitación donde habíamos dejado nuestros abrigos. Abrí la puerta y vi a Patrick besando a Brad. Una especie de beso robado. Me oyeron en la puerta y se giraron. Patrick habló primero.

—¿Eres tú, Charlie?

—Sam me está haciendo un batido.

—¿Quién es este? —Brad parecía nervioso de verdad, no del mismo modo que Bob.

—Es un amigo mío. Tranquilízate.

Entonces Patrick me sacó de la habitación y cerró la puerta. Puso sus manos sobre mis hombros y me miró directamente a los ojos.

—Brad no quiere que nadie lo sepa.

—¿Por qué?

—Porque está asustado.

—¿Por qué?

—Porque es . . . espera . . . ¿estás colocado?

—En el piso de abajo dijeron que lo estaba. Sam me está haciendo un batido.

Patrick intentó no reírse.

—Escucha, Charlie. Brad no quiere que la gente lo sepa. Me tienes que prometer que no se lo dirás a nadie. Será nuestro pequeño secreto. ¿Vale?

—Vale.

—Gracias.

Dicho esto, Patrick se giró y volvió a entrar en la habitación. Oí voces amortiguadas, y Brad parecía enfadado, pero no me pareció que fuera de mi incumbencia, así que volví a la cocina.

Tengo que decir que fue el mejor batido que me he tomado en mi vida. Estaba tan delicioso que casi me asustó.

Antes de que nos fuéramos de la fiesta, Sam me puso algunas de sus canciones favoritas. Una se llamaba Blackbird. La otra MLK. Ambas eran muy bonitas. He mencionado los títulos porque seguían siendo buenas cuando las escuché sobrio.

Antes de que nos fuéramos, ocurrió otra cosa interesante en la fiesta. Patrick bajó al sótano. Supongo que Brad ya se había ido. Y Patrick sonreía. Y Bob empezó a burlarse de él diciendo que estaba colgado por el defensa. Y Patrick sonrió más todavía. No creo que haya visto nunca a Patrick sonreír tanto. Entonces, Patrick me señaló y le dijo algo a Bob.

—Es especial, ¿eh?

Bob asintió con la cabeza. Patrick entonces dijo algo que no creo que olvide nunca.

—Es marginal.

Y Bob asintió fuertemente con la cabeza. Y la habitación entera asintió con la cabeza. Y yo empecé a ponerme nervioso de la misma forma que Bob, pero Patrick no me dejó ponerme demasiado nervioso. Se sentó a mi lado.

—Tú ves cosas. Te las callas. Y las comprendes.

No sabía que los demás pensaran cosas de mí. No sabía que ellos miraran. Estaba sentado en el suelo de un sótano en mi primera fiesta de verdad entre Sam y Patrick, y recordé que Sam me había presentado a Bob como su amigo. Y recordé que Patrick había hecho lo mismo con Brad. Y empecé a llorar. Y nadie en esa habitación me miró raro por hacerlo. Y entonces empecé a llorar de verdad.

Bob alzó su bebida y le pidió a todo el mundo que hiciera lo mismo.

—Por Charlie.

Y el grupo entero dijo:

—Por Charlie.

No sabía por qué hacían eso, pero fue muy especial para mí que lo hicieran. Sobre todo Sam. Sobre todo ella.

Te contaría más sobre el baile de antiguos alumnos, pero ahora que pienso en ello, el haber desinflado las ruedas de Dave fue la mejor parte. Intenté bailar, como había sugerido Bill, pero normalmente las canciones que me gustan no se pueden bailar, así que no bailé demasiado. Sam estaba muy guapa con su vestido, pero yo estuve intentando no fijarme porque estoy intentando no pensar en ella de esa manera.

Sí me fijé en que Brad y Patrick no hablaron ni una sola vez durante todo el baile porque Brad estaba bailando por otro lado con una animadora llamada Nancy, que es su novia. Y me fijé en que mi hermana estaba bailando con el chico que no debía, aunque un chico diferente la había recogido en casa.

Después del baile nos fuimos en la camioneta de Sam. Patrick conducía esta vez. Cuando nos acercamos al túnel de Fort Pitt, Sam le pidió a Patrick que se saliera a la cuneta. Yo no sabía qué estaba pasando. Entonces Sam se subió a la parte trasera de la camioneta, sin llevar puesto nada más que su vestido de fiesta. Le dijo a Patrick que condujera, y él sonrió. Supongo que no era la primera vez que lo hacían.

En cualquier caso, Patrick empezó a conducir verdaderamente rápido y, justo antes de que llegáramos al túnel, Sam se levantó, y el viento convirtió su vestido en un océano de olas. Cuando entramos en el túnel, todo el sonido desapareció en el vacío y lo sustituyó una canción en el radiocasete. Una canción preciosa llamada Landslide. Cuando salimos del túnel, Sam soltó un grito de pura diversión y allí estaba: el centro de la ciudad. Luces sobre los edificios y todo lo que hace que te asombres. Sam se sentó y empezó a reír. Patrick empezó a reír. Yo empecé a reír.

Y, en ese momento, juro que éramos infinitos.

Con mucho cariño,

Charlie

About The Authors

Photo Credit:

Stephen Chbosky wrote and directed the feature film adaptation of his award-winning novel, The Perks of Being a Wallflower. He has worked in film and television, on projects including the film version of the smash-hit musical Rent; the TV show Jericho; and others. He also edited Pieces, a collection of short stories for Pocket Books. A native of Pittsburgh, Pennsylvania, Chbosky graduated from the University of Southern California’s Filmic Writing Program. His first film, The Four Corners of Nowhere, premiered at Sundance Film Festival. Follow Stephen on Twitter @StephenChbosky.

Product Details

  • Publisher: MTV Books (February 26, 2013)
  • Length: 272 pages
  • ISBN13: 9781476732459
  • Grades: 9 and up
  • Ages: 14 - 99

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